11/02/2017 “Trump, de la sorpresa a la preocupación”

11 febrero 2017

La Voz del Interior. Artículo de Andrés de Gaetano, docente de la Universidad Blas Pascal.
 
Link: Trump, de la sorpresa a la preocupación.
 
Más que una planificación de su gobierno, Donald Trump parece estar llevando a cabo la refundación de los Estados Unidos.
 
A tan sólo 18 meses de haber formalizado su postulación para la carrera presidencial estadounidense, Donald Trump ha provocado una conmoción global, tanto en la opinión de la ciudadanía como de analistas especializados que no advirtieron sus verdaderas chances presidenciales.
 
A la sorpresa sobre su triunfo y la preocupación creciente por sus primeras decisiones como presidente, debe seguirle una crítica reflexiva sobre su estrategia discursiva, permitiendo desnudar su intencionalidad persuasiva para universalizar deseos de reducidos sectores de la población estadounidense.
 
Desde una provocadora exaltación de nacionalismo –resumida en el eslogan de su campaña “hagamos que América sea grande de nuevo”– hasta la expresión con que coronó el anuncio de la construcción del muro con México –“una nación sin fronteras no es una nación”–, el nuevo presidente parece estar llevando adelante un proceso refundacional del Estado norteamericano más que una planificación estratégica de su gobierno.
 
La importancia de una reflexión sobre su retórica se encuentra no sólo en la posibilidad de identificar los mecanismos con los cuales pretende dotar de legitimidad a sus decisiones, sino de develar la existencia de equívocos sobre los cuales funda sus actos.
En este contexto, la expresión utilizada durante la presentación de la inminente construcción del muro fronterizo carece tanto de inocencia como de certeza.
 
El territorio estatal, entendido como el espacio geográfico subordinado al mando soberano de un Estado –y no de un gobierno–, resulta hoy una expresión de dominio relativa, permeada por los influjos de una globalización voraz e incontenible.
 
Una globalización que, junto a los beneficios tecnológicos y comerciales, enseña también que el flagelo migratorio debe ocupar un lugar prioritario en la agenda política y social del gobierno estadounidense, y no sólo en sus planos de obras de ingeniería y arquitectura.
 
De fronteras y estados
 
El histórico proceso de formación de los estados, acontecido durante la modernidad por la concentración de los instrumentos de fuerza, asigna al territorio una fundamental importancia como ámbito en el que una población que reclama sedentarismo y seguridad adquiere con el paso del tiempo un sentido identitario que lleva a su unidad.
 
Los estados nacidos al calor de la modernidad fueron forjados a partir de un territorio definido, demarcado en sus límites externos con el auxilio de un ejército permanente, en reemplazo de agrupaciones bandidas y clientelares que defendían al mejor postor. Se sumaba una organización jerárquica de funcionarios que permitía tomar y aplicar decisiones, entre otras condiciones.
 
Este inicial esquema teórico –presente en el nacimiento de casi todos los países europeos y replicado luego a la fuerza en el continente americano– no responde a la idea de nación como pueblo con una identidad política propia.
 
Pretender equiparar nación con Estado, tal como lo hizo Trump, constituye una confusión intencional y poco inocente, que pretende unir indisolublemente dos elementos diferentes: la idea de Nación como pueblo con caracteres identitarios comunes y la necesidad de su limitación espacial controlada coactivamente a través de una frontera. De allí una peligrosa conclusión a la que dirige a su población: el pueblo estadounidense necesita consolidar sus límites para seguir siendo tal.
 
Ejemplos de equívocos de esta naturaleza nos ofrece la historia de la humanidad, tal como aquellas irracionales ideologías que reducían el concepto de Estado a una simple expresión racial, creyendo en la existencia de una herencia natural que habilitaba a una raza (la aria) su dominio y pertenencia sobre un espacio territorial. Allí lo irrazonable del fatídico nacional socialismo.

Pueblos y naciones

 
El pueblo, al momento de tomar razón de sus rasgos identitarios, con una conexión de voluntad política, se descubre en nación. Sin embargo, nación y Estado no son sinónimos y las fronteras como límites para el ejercicio del poder soberano son un elemento caracterizante del Estado, pero no de la nación.
 
Más aun, la valoración de las fronteras carece hoy de un carácter absoluto, tanto en lo político cuanto en lo social, provocado por la globalización como un proceso debilitante del poder soberano absoluto que los estados alcanzaron en algún momento.
 
La posibilidad de tener a las palabras de Trump como un involuntario o inocente error resulta de difícil concreción. Por el contrario, manifiesta una herramienta de persuasión que permite imputar pretensiones personales a un universo mayor (la ciudadanía estadounidense), logrando así un convencimiento sobre la necesidad de tales medidas pero, sobre todo, desconociendo el propio origen de esa nación, forjada al calor de la inmigración y la democracia como forma de gobierno y de vida.
 
Sin duda, a la sorpresa y a la preocupación debe seguirle hoy la reflexión; y esperar que el ideal democrático estadounidense se fortalezca ante una nueva prueba sobre su vitalidad.
 
* Abogado, docente de la Universidad Blas Pascal