25/09/2014 “Ariel Borda: La música del destino”

25 septiembre 2014

La Voz del Interior. Nota a Ariel Borda, Director del coro de la UBP.

 

 

En el pasado de Ariel Borda hay momentos que, por su propio peso, se convirtieron en muescas curriculares: teloneó a Silvio Rodríguez, a Juan Carlos Baglietto, a Alejandro Lerner, a Miguel Cantilo y, como cereza de la torta, se bajó mano a mano una botella de whisky con Joan Manuel Serrat.

 

Aunque reniega de los currículums, a los 54 años tiene como escudo una trayectoria de peso y una guitarra con la que se para sin amilanarse en cualquier escenario.

 

“Empecé de chiquito en la Escuela de Niños Cantores –cuenta–. Recuerdo las reuniones de familia. Mi vieja pedía silencio y yo con cuatro años cantaba canciones de Leonardo Favio”.

 

Sus abuelos influyeron en la inclinación del cantautor cordobés, que con los años terminaría girando por escenarios de varias provincias. Y Europa. “Mi nono tocaba el violín y mi nona cantaba canciones evocando y extrañando Trieste (zona del norte de Italia lindante con Eslovenia, de donde eran originarios)”, recuerda.

 

La casa de Ariel Borda es luminosa y las aberturas tienen forma de arcada. De a poco su mujer, Paola Martini, arquitecta, remodeló los espacios y anexó porciones de terreno que fueron comprando para integrar a la construcción original. Pararon cuando consiguieron el corazón de manzana, donde ahora está el patio, verde y prolijo como una mesa de billar.

 

Ariel Borda habla lo justo y necesario. Y su voz parece siempre lista para convertirse en una canción. Durante la charla jamás deja caer la guitarra, y las respuestas se mezclan con rasguidos, tonos, y una que otra estrofa sobre las que se van montando los recuerdos.

 

En aquel tiempo mis canciones me avergonzaban. Tuvieron que pasar muchas cosas para llegar al escenario

 

Sueños de fierro

 

La vocación de Ariel estuvo en pausa hasta mucho después de su paso por la escuela. Al egresar, por esas cosas de la vida, eligió una carrera que nada tenía que ver con lo que hace ahora: “Uno puede orientar la cosa –dice–, pero hay mucho que dispone la vida o la casualidad; yo soñaba con ser ingeniero y estudié ingeniería; quería diseñar autos, me gustaba la parte mecánica”. Para cuando abandonó la carrera, ya la vinculación con los coros era algo concreto, y los fierros se convirtieron en tonos y melodías. La música del destino le iba componiendo otro futuro. Comenzó aprovechando sus estudios para coquetear con la música barroca, cosa que alternaba con la composición de sus primeras canciones. “En aquel tiempo mis canciones me avergonzaban –reconoce–. Tuvieron que pasar muchas cosas para llegar al escenario. Por ejemplo, que Horacio Sosa empezara a cantar temas míos”.

 

En 1983 cantó, invitado por Posdata, en Luz y Fuerza. Su nombre, con 22 abriles, empezaba a ser conocido. “Me hicieron un lugarcito –cuenta– y Mario Luna se me acercó al final y me dijo que le había gustado lo que hice. Él me ofreció cantar con Baglietto y me largué”. Al poco tiempo vino la chance con Lerner. Y después con Piero, de la mano de quien Ariel desembarcó en Buenos Aires. Allá, la dupla se despachó con 40 shows antes de volver a Córdoba a repetir la experiencia. En ese momento, el mánager de Piero, Miguel Boadas, empezó a coquetear con la proyección nacional de Borda.

 

Se veía venir el gol, pero el azar puede obrar de manera cruel, y quiso la fatalidad que Boadas falleciera de manera absurda, camino a Las Leñas, en Mendoza, sepultado por un alud.

 

Para Borda el golpe fue tremendo, y todavía la evocación le empaña la mirada: cuando todo parecía estar listo, el castillo de ensueño se deshizo irremediablemente. “En ese momento yo era chico –dice–, y me dije que había que parar la pelota. Aunque después descubrí que es tremendo cómo la gente te borra de sus cabezas cuando no estás presente. Tuve la suerte de que mi trabajo hasta el momento quedara en la memoria de los cordobeses”.

 

Borda se rearmó a los pocos meses y en 1984 salió de gira por la provincia, esta vez con un músico chileno. Les fue bien, empezaba a repuntar la suerte y el panorama era promisorio.

 

En 1986, el diario Clarín lo bautizó “Revelación de La Falda Rock”, y ahí nomás el diario La Nación lo llevó a la tapa de Espectáculos como “Revelación del Chateau Rock”.

 

Lo que hago yo no es comercial, no es muy vendible y me alegro mucho de eso. La vida de artista reconocido con tapas de revistas no me interesa

 

Otros aires

 

“Me fui a Buenos Aires –cuenta–, quería trabajar allá y vivir de la música. Vendí una guitarra y me compré una moto. Pero me mató el ritmo de vida. Córdoba tiene la posibilidad de, a una hora de acá, estar en silencio en una montaña. Eso no tiene precio. Y ya no lo puedo perder”.

 

En Buenos Aires, con la moto, se convirtió en mensajero. Su día comenzaba muy temprano, con paquetes que Borda paseaba de una punta a la otra de la ciudad. A la noche, mientras se enfriaba el motor, Borda calentaba la guitarra y retomaba sus giras discretas, a las que ya se le sumaban adeptos. Empezaba a conseguir fans.

 

“Estuve como dos años allá y me fue bárbaro –reconoce–, pero no tuve otra oferta como la que me hizo Miguel Boadas”.

 

En esa época editó su primer material e hizo contacto con César Isella, con quien también se largó al vertiginoso mundo de los shows. No se había dando cuenta, pero Buenos Aires se lo estaba tragando de a poco.

 

Volvió a Córdoba sin perder la polenta, sacó el disco Canta Córdoba y le fue bien, pero recuerda ese período como un dato más en el anecdotario. En 1987, con una inflación galopante, surge la posibilidad de ir a Europa. “Tenía 26 años y me fui a probar suerte –recuerda–. Paré 15 días en la casa del bajista de Serrat”. Con el español tuvo oportunidad de sentarse a evocar al mánager Boadas, y entre recuerdo y recuerdo, esa noche le sacaron hasta la última gota a una botella de whisky.

 

“Después me fui a Francia y viví de tocar en los bares –relata–. Llegué seco y al poco tiempo tenía para vivir bien, estaban en temporada alta y se podía trabajar”.

 

Pero a la visa se le acabó la cuerda y fue hora de volver a la Argentina para renovar.

 

Sus pagos le deparaban otros planes: el amor. Desde que se conoció con su mujer y hasta ahora, no se separaron más. Ya radicado en Córdoba, hizo más discos, e incluso tuvo un convite de la Warner para grabar, pero dijo que no porque no estaban buenas las condiciones.

 

“Lo que hago yo no es comercial –asegura–, no es muy vendible y me alegro mucho de eso. La vida de artista reconocido con tapas de revistas no me interesa”.

 

Uno hace las cosas porque te producen algo. Todo lo interesante en esta vida pasa con el corazón al galope

 

Te suena, me suena

 

El objetivo de Borda por estos días es tener tiempo para sus pasiones: disponer a sus anchas de las horas, leer, estar con sus hijos, no tener demasiados compromisos. El cantautor pondera la calidad de vida. “Tengo ganas de hacer un disco –confiesa–. Hace poco hice un espectáculo, versioné la Cantata Sudamericana para coro, y estoy preparando un espectáculo con Miguel Cantilo. Estoy en una búsqueda bastante especial con los coros. Tratando de llevarlos a un lugar donde no estuvieron, generar eventos de importancia para que el público se acerque”.

 

Mientras Ariel Borda puja por sacar los coros de las iglesias y hacer algo más escénico, se replantea el modo en que se presentan las ofertas corales al público. Bajo su instrucción hay cinco agrupaciones vocales, entre colegios secundarios y otros vocacionales, algunos de los cuales dirige desde hace más de 20 años, y con los que ha sacado algunos discos.

 

Para el músico, detrás de toda canción hay una concepción del mundo: “Uno hace las cosas porque te producen algo –reflexiona–. Todo lo interesante en esta vida pasa con el corazón al galope. Hay que capitalizar esa energía y reconvertirla. En mi adolescencia, en plena dictadura, teníamos que imaginar cómo sacar esa brasa interior sin que se dieran cuenta, para que otros se reflejaran ahí”.

 

El autor de la canción Dirigible se sienta frente a la computadora y un pentagrama digital reproduce lo que tiene en mente. Y es para quedarse con la boca abierta.

 

Perfil: Ariel Borda nació en la ciudad de Santa Fe el 25 de agosto de 1960, y vino a vivir a Córdoba a los 5 años. Cursó estudios en la Escuela de Niños Cantores y continuó en el Instituto Domingo Zípoli, de donde egresó con el título de Preparador de Coros. Debutó como cantautor solista en 1983, invitado por el grupo Posdata, en un show en la sala de Luz y Fuerza. Fue músico soporte de Juan Carlos Baglietto, Alejandro Lerner y Piero, con quien realizó una gira nacional en 1984. En 1998 fue músico soporte de Silvio Rodríguez. Desde 2004 comparte escenario con los cantautores Horacio Sosa y Sergio Korn, en un espectáculo denominado Bajo el mismo signo. Algunas de sus canciones fueron grabadas por César Isella, Jorge Marziali y el grupo Zanampay, entre otros. Es director de la Coral Interludio, la Coral Habemus, el Coro de María, el Coro de la Universidad Blas Pascal y la Coral de la Luna.

 

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